La fe y el mercado
Había pensado escribir de nuevo sobre amplitud, sobre mercados, sobre indicadores, sobre perspectivas. Sobre todas esas cosas que tanto nos gustan y nos ocupan. Pero no, voy a hablar de otra cosa completamente distinta que también tiene su miga.
Esta semana he hecho una ‘visita relámpago’ a Madrid con un motivo muy triste. Acudí al funeral de mi amigo Ángel García Moreno, periodista de los que ya no quedan y buena persona hasta decir basta. No pude ir al entierro por la imposibilidad de encajar la complicada logística que preside mi vida, pero con algo más de tiempo me busqué los medios para dejar por un día las terapias y los mercados. Ida y vuelta en tren, que no están las cosas para pegarse palizas conduciendo, y todo el viaje de regreso dándole vueltas a la pelota.
Resulta que Ángel era un creyente, dovoto incluso. Y está donde siempre aspiró a estar, en el Cielo. Igual da que yo no crea en ello. Él está en su Cielo y es a lo que siempre aspiró. Finalmente, su fe le ha llevado hasta el objetivo. Igual da lo que yo piense de ello porque me ha activado el ‘botón de la fe’. No me he ‘convertido’. No hay que ser religioso para tener fe y, desde luego, en el mercado hay que tener fe para resistir. Hablemos de la fe.
No soy capaz de tener una fe ciega, irracional, pero sí soy capaz de tener fe en cosas que yo veo claras y otros ven irracionales. Tengo fe en mí, en mis desarrollos de indicadores, en mi sistema de inversión e incluso tengo fe en que poco a poco lograré que más gente comprenda que es posible otro camino en la Bolsa.
Pero si le cuento estas cosas a la mayor parte de mis amigos terminan pensando que soy un abducido por una suerte de mística de los mercados. Por mucho que explique mi teoría y mi visión de los mercados, son pocos los que objetivamente pueden seguirme. En primer lugar porque, increíblemente, hay pocos interesados en ganar dinero en la Bolsa y la mayoría de los que están interesados se dedican al intradía en busca de un jornal que les saque adelante. Y en segundo lugar (y esto lo he aprendido en los últimos tiempos) porque la mayor parte de la gente quieren que se les de todo hecho, que piensen por ellos y casi que les digan lo que tienen que hacer.
¿Por qué seguir adelante? Porque tengo fe en lo que hago. Una fe absolutamente racional, aunque haya quien sea incapaz de comprenderlo, en que el sistema de Market Timing es muy bueno. Y porque al final, aproximadamente un 30% de quienes se acercan al sistema llegan a manejarlo por sí mismos e incluso a ‘adaptarlo’ de alguna forma a su forma de ver el mercado, que cada uno tenemos la nuestra.
Repito incansablemente que para estar en el mercado hay que tener un plan, un sistema. Y que ese plan o sistema tiene que ser rentable. Es más, tiene que poder demostrar de antemano lo que hay hecho en los últimos tiempos, aunque todos sabemos que eso no es garantía de nada. Como no se puede estar en el mercado es a la buena de Dios, hay que estar apoyado en una herramienta en la que se tenga fe.
Pero hay que ir un paso más allá. Definitivamente, para estar en el mercado hay que tener fe en uno mismo. Hay que tener la convicción de que se hacen las cosas bien aunque de cuando en cuando salgan mal. No es una fe irracional, es una fe que emana del conocimiento de un sistema ganador, el que sea. Me da igual que sea por cruces del MACD o nuestros sistema de medio y largo plazo. Al final, la fe en una herramienta es la fe en uno mismo. Si conoces las claves de lo que vas a hacer ya no confías en el sistema sino que confías en tí.
De ahí mi empeño en mostrar hasta las tripas de la herramienta. De la fe en el sistema nace la fe en uno mismo como inversor. Y sin fe en uno mismo y en su sistema, en el mercado se dura menos que un pastel a la puerta de un colegio. Escuchando al hijo de mi amigo Ángel, veintipocos años, decir que su padre había conseguido su objetivo comprendí muchas cosas que no lograré nunca explicar con palabras Y una de ellas es que hay que perseverar en lo que crees, así que allá vamos, hasta el infinito y más allá.
D.E.P.
Un abrazo Miguel.